jueves, 23 de julio de 2009

Por donde empezar


Una bella tarde de primavera, un joven paseaba por una ciudad desconocida cuando, de pronto, se encontró con un comercio en cuya marquesina se leía una extraña inscripción: "La Felicidad".
Tanto le llamó la atención que decidió entrar. Al hacerlo, descubrió que el negocio era atendido por ángeles. Sorprendido, se acercó a uno de ellos y le preguntó:
-¿Qué venden ustedes aquí?
- Aquí vendemos absolutamente de todo - respondió el ángel.
- ¡Ah! - dijo asombrado el joven.
- Entonces, por favor vendanme el fin de todas las guerras del mundo, muchas toneladas de amor para los hombres, un gran botellón de comprensión para las familias, más tiempo para que los padres jueguen con sus hijos...
Y así prosiguió hasta que el ángel, muy respetuoso, lo interrumpió y dijo:
- Perdona, pero creo que no me expliqué bien. Aquí no vendemos frutos, sino semillas...

miércoles, 8 de julio de 2009

Ayuda


Para Renato ese había sido un día como cualquier otro: una dura jornada de trabajo que lo dejaba agotado; estar algo sucio, desalineado y hambriento no disminuía su satisfacción por el deber cumplido ni el deseo diario de volver a su familia. A pesar de ello, no lograba disimular su cara de preocupación. La situación económica no era fácil y se avecinaban meses más difíciles aun. Necesitaba mejorar sus ingresos, las doce o catorce horas que trabajaba a diario más el esfuerzo de su esposa haciendo otro tanto no alcanzaban para hacer frente con tranquilidad a los tiempos que pronto llegarían.
Inmerso en sus pensamientos casi no vio a la señora que estaba en el coche parado, al costado de la ruta. Llovía fuerte y era de noche. Pero se dio cuenta que ella necesitaba ayuda.
Sin pensarlo, detuvo su coche y se acercó. El auto de la señora tenía ese olor tan particular de los vehículos nuevos. La cara de la mujer mostró su desconfianza, él parecía pobre, se lo veía desalineado y hasta sucio, bien podía ser un asaltante.
Renato percibió que ella tenía mucho miedo y con una sonrisa le dijo: -"No tema, estoy aquí para ayudarla, señora, no se preocupe. ¿Por que no espera en el auto, así no se sigue mojando y está mas cómoda? A propósito, mi nombre es Renato".
Ella era una elegante mujer de edad avanzada, y lo que había sucedido era que se había pinchado una de las cubiertas de su auto. Renato se agachó, colocó el crique y levantó el coche. En pocos minutos ya estaba cambiando la llanta. Lo incómodo de la tarea lo dejo un poco más sucio y con una herida en una de sus manos.
Cuando ajustaba las tuercas de la rueda ella abrió la ventanilla y comenzó a conversar con él. Le contó que no era del lugar, que solo estaba de paso por allí y que no sabia como podría agradecerle su preciosa ayuda. Renato apenas sonrió mientras se levantaba.
Ella preguntó cuanto le debía. Había estado imaginando todas las cosas terribles que podrían haberle pasado si Renato no se hubiese detenido para socorrerla. Renato no pensaba en dinero, a él le gustaba ayudar a las personas. Este era su modo de vivir. Y respondió: -"Si realmente quiere pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise ayuda, dele a esa persona la ayuda que ella necesite y acuérdese de mi".

Algunos kilómetros más adelante, la señora se detuvo en un pequeño restaurante. La camarera vino hasta ella y le trajo una toalla limpia para que secase su mojado cabello y le dirigió una dulce sonrisa.
La mujer notó que la camarera llevaba un embarazo muy avanzado, sin embargo no permitía que la tensión y los dolores cambiaran su buen trato y disposición para atender a los demás.
La señora, acostumbrada a la indiferencia de la gran ciudad, se preguntó cómo alguien que teniendo tan poco, y en su estado, podía tratar tan bien a un extraño. Fue entonces que se acordó de Renato. Después que terminó su cena, y antes que la camarera trajera su cambio, la señora se retiró del lugar.
Cuando la camarera volvió, se sorprendió al no encontrar a la mujer, preguntándose como no había esperado su vuelto, cuando notó algo escrito en la servilleta, sobre la cual también había varios billetes de 100 dolares.
No pudo evitar las lágrimas cuando leyó lo que la señora había escrito.

Decía:
-"No me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tu realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien".
Aquella noche, cuando fue a casa, cansada, se acostó en la cama; su marido ya estaba dormido y ella quedó pensando en el dinero y en lo que la señora dejó escrito.
¿Como pudo esa mujer saber cuanto ella y el marido precisaban de aquel dinero? Con el bebe que estaba por nacer el próximo mes, todo se hacia más difícil.
Largo rato quedó pensando en la bendición que había recibido y ello le dibujó una gran sonrisa. Agradeció a Dios y se volvió hacia su preocupado marido que dormía a su lado, le dio un beso suave y susurro:
-"Todo estará bien, te amo... Renato".