sábado, 2 de enero de 2010

Esperanza


Habían transcurrido casi seis horas de vigilia en la sala de espera del quirófano. Parecía una eternidad. La angustia, el temor y la incertidumbre, mezclados con la esperanza que aun conservaba a pesar de lo poco alentador del pronóstico de los médicos, habían hecho su trabajo y se sentía exhausta. Ana saltó de su asiento en cuanto vio al cirujano salir de la sala de operaciones.
Se abalanzó sobre el médico y de inmediato preguntó:
- “¿Como está mi pequeño? ¿Está bien? ¿Cuándo lo puedo ver?”
Para aquel hombre, observar el anhelo con que esa madre lo miraba hizo más difícil la respuesta; luego de una interminable pausa, dijo:
- “Lo siento. Hicimos lo que pudimos, pero él no pudo…”
Ana, sin poder creer lo que escuchaba y mientras su mirada se perdía en un vano intento de reflexión, solo encontraba preguntas sin respuesta a lo que sucedía. Mientras el cirujano aun la contemplaba en silencio, ella preguntó:
- “¿Porqué los niños pueden tener cáncer? ¿Cómo puede Dios dejar de cuidarlos? ¿Dónde estabas, Padre Eterno, cuando mi niño te necesitaba?”
El cirujano le preguntó:
- “¿Te gustaría tener un tiempo a solas con tu hijo? Una de las enfermeras estará afuera en un momento, antes de que trasladen al niño a la Facultad.”
Ana pidió a la enfermera que permaneciera con ella mientras se despedía de su pequeño. Pasó sus dedos amorosamente a través del oscuro cabello del niño, en una interminable caricia que parecía pretender la habitual sonrisa de él como respuesta.
- “¿Te gustaría conservar un mechón de su cabello?”, preguntó la enfermera.
Ana asintió. La enfermera cortó algo de cabello, lo colocó en una bolsa plástica y se lo entregó.
La madre dijo,
- “Fue idea de Tomás donar su cuerpo a la Universidad para estudio. Él dijo que podía ayudar a otros…
Primero le dije que no, pero Tomy dijo: “Mamá, no lo voy a usar más cuando muera. Tal vez pueda ayudar a otro niño a pasar un día más con su mamá.”
- “Mi Tomy tenía un corazón de oro… Siempre pensaba en los demás. Siempre queriendo ayudar a otros si podía…”
Ana caminó afuera del Hospital de Niños por última vez, luego de haber pasado casi todos los días de los últimos seis meses allí.
Colocó todas las cosas de Tomás en el asiento trasero. Conducir hasta su hogar fue difícil. Y más difícil aun fue entrar a la casa vacía…
Cargó las pertenencias de Tomás, y la bolsita plástica con su cabello hasta la habitación de su hijo. Comenzó a colocar los autitos y las otras cosas personales nuevamente en el lugar exacto donde él las tenía en su cuarto.
Ella se dejó caer sobre su cama, abrazó la almohada y lloró hasta quedarse dormida.
Despertó cuando ya casi era medianoche. Y colocada a su lado en la cama, había una carta.
La tomó entre sus manos y leyó:
“Querida Mamá:
Sé que me vas a extrañar; pero no pienses que yo te olvidaré, o dejaré de amarte, sólo no estaré físicamente alrededor tuyo para decirte “Te Quiero”.
Yo siempre te amaré, Mamá, aún más cada día. Algún día nos volveremos a encontrar. Mientras tanto, si quieres adopta otro niño y así no estarás tan sola, eso estará bien para mí.
El podrá usar mi cuarto y mis viejos juguetes.
Pero, si decides adoptar una niña, a ella probablemente no le gustará jugar con las cosas de niños…
Tendrás que comprarle muñecas y cosas de niña, tu sabes…
No estés triste pensando en mí. Este es un lugar realmente maravilloso… La abuela y el abuelo me reconocieron tan pronto llegué aquí y me mostraron todo el lugar, pero me va a llevar un largo tiempo verlo todo.
Los ángeles son extraordinarios. Me encanta verlos volar… Y… ¿Sabes? Jesús no se parece a ninguna de las fotos que pintan de él. Aún así tan pronto lo vi, lo reconocí; sabía que era El. ¡Jesús mismo me llevó a conocer al Padre! ¿Y sabes qué mamá? Dios me sentó en su rodilla y habló conmigo, como si yo fuera alguien importante…
Ahí fue cuando le dije que yo quería escribirte una carta para despedirme de ti y decirte cómo me siento ahora… Pero yo creía que no se permitía. Pero ¿sabes qué, mamá? El mismo me entregó papel y su pluma personal para que yo te escribiera esta carta.
Creo que Gabriel es el nombre del ángel que te llevó esta carta. El Padre Celestial me dijo que te contestara una de las preguntas que le hiciste… “¿Dónde estaba El cuando yo lo necesitaba?”
Dios me dijo que estaba en el mismo lugar conmigo, como cuando Su hijo Jesús estaba en la cruz. Él estaba justo ahí, igual que está siempre con todas sus pequeñas criaturas…
Pero de todos modos, Mamá, nadie más puede ver lo que te he escrito… Sólo tú. Para todos los demás, esto es sólo una hoja de papel en blanco. ¿No es fantástico?
Tengo que devolverle la pluma a Dios ahora. Él la necesita para escribir más nombres en el Libro de la Vida. Esta noche voy a sentarme a la mesa con Dios para comer. Estoy seguro que la comida será sabrosa…
Oh, olvidé decirte... Ya no me duele más… Ya no siento ningún dolor... El cáncer se fue. Estoy feliz porque puedo estar de pie y correr, sin sentir más dolor; y así Dios, los abuelos y todos los demás que voy conociendo no me ven angustiado y dolorido…
Por eso Él envió a un ángel a rescatarme... por Su infinita misericordia y, además, me contó, porque tiene mucho trabajo para mí aquí, ayudando a los demás.
El Ángel dijo que era un caso de entrega especial…!
Qué crees…?
¡Resulta claro! ¿Verdad?
Siempre voy a amarte… y te estaré esperando.
Firmado con el amor de Dios, Jesús & Yo... Tu Tomy.”

2 comentarios:

  1. Dios mio, que duro, es precioso pero muy duro, unos recuerdos que se quieren apartar, pero siguen siempre hay, un final que si puede ser ¿porqué no conformarse con la fuerza de Dios? Siempre tenemos que pensar que cuando un niño se nos va es como ese ángel que nos han mandado durante un tiempo.
    Besos

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  2. Re triste, pero hermoso, ojalá sea verdad, y yo creo que si, que los seres queridos que ya no están con nosotros, están muy felices cerca de Dios. Sil.

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